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LA BRAGUETA DE SALAZAR

La Nueva España

LA BRAGUETA DE SALAZAR

La polarización obliga a aclarar las cuestiones previas antes de emprender un artículo. Enhorabuena por tanto a Pedro Sánchez por una moción de censura de geometría prodigiosa, por haber sobrevivido a la corrosión de un Gobierno de coalición con Podemos, por haberse atraído sin fisuras a los independentistas de Bildu o Esquerra, por el milagro de captar a los ultraconservadores de Junts para salvar la deficiencia de escaños respecto al PP de Feijóo. Y muy en especial, una cerrada ovación por una ley de amnistía que ha curado a Cataluña del separatismo durante años, ¿qué partido gobierna Barcelona y la Generalitat? Una vez establecidos los parabienes, es vergonzosa la humillación excesiva de Sánchez ante Junts, con el altavoz sonrojante de las entrevistas amistosas concedidas esta semana. Hubiera estado bien que el PSOE no traicionara a sus aliados catalanes, pero está en su naturaleza, y en ningún caso debe pedirles perdón Parece que al compañero Francisco Salazar se le olvidaba subirse la bragueta al salir de su despacho. Vaya por dios. El hombre, al descubrir su distracción, se apresuraba a escenificar el cierre para que no quedaran dudas de que todo era producto de su confusión. Entonces, se aproximaba a una de sus colaboradoras y se la subía delante de su cara. Normal. No fuera que ellas creyeran que sus intenciones eran deshonestas. Parece que también le gustaba el teatro. Uno de sus números preferidos era escenificar una felación con todo lujo de detalles. Un alma sensible, sin duda. Lo de enviar insinuantes sería para subir la autoestima de las compañeras. Y la invitación a que le mostraran su escote, bueno, ya sabes, una muestra de su carácter espontáneo. Ay, esos campechanos. Parece ser que a algunos compañeros del PSOE se les olvidó atender las denuncias presentadas contra Salazar. A ver, un descuido lo clamorosamente desde la Moncloa. El presidente del Gobierno no se humilla, humilla innecesariamente a sus gobernados. tiene cualquiera. El hombre ya presentó su dimisión en julio, cuando saltó el escándalo. Justo cuando estaba a punto de ser nombrado adjunto a la secretaría de Organización. Que también Implorar a Junts es peor que un crimen, es un error. El frágil partido catalán tiene derecho a escoger su destino, y hubiera sido inteligente apoyar una moción de censura instrumental de Feijóo con plazo de caducidad, por l o que Puigdemont se ha negado a un gambito que lo hubiera revalorizado. En cambio, el presidente del Gobierno que no se enteró de Ábalos, ni de Santos Cerdán, ni del acoso sexual de su íntimo colaborador en La Moncloa, ni de las comisiones, ni de la prostitución desatada, no tiene derecho a singularizar un ceremonial plañidero hacia los siete disputados diputados catalanistas. Hasta aquí ha llegado el PSOE, y Junts no es ni siquiera uno de sus principales problemas. Lo comprobará en el inminente batacazo extremeño del 21 de diciembre, donde no compite Puigdemont. La angustia desmedida no le cuadra a Sánchez, aunque solo un optimista tildaría su situación de desesperada. nes mala suerte. Hay que ver la de despistes que nuestro tiene con su círculo político más próximo. Que si Ábalos, que si Cerdán, que si Salazar… Será que tiene las miras más altas y las braguetas le quedan fuera de foco. Parece que el olvido cundió de tal manera en el partido que nadie recordó ponerse en contacto con las compañeras víctimas. Es que eso de gobernar en estos tiempos es un lío. Pero que quede claro, a feministas no nos gana nadie. Lo que ocurre es que, en estos cinco meses, justo en estos cinco meses, lo de… ¿cómo se llamaba?... ah, sí, Salazar… pues lo de ese tipo no acabó de encontrarse el momento de encajarlo. Porque cuando no es una cosa es otra, que si un fiscal por aquí, que si Junts por allá, y ahora vienen elecciones y, a ver, que primero es lo… ¿Qué dices, compañera? ¡Espera, no te vayas! Ah, que no te vas. ¿Yo? Vaya, la de cosas que pueden llegar a perderse por una bragueta abierta. nAdemás de las especies protegidas en extinción, por ejemplo, el lince ibérico, están también las que se reproducen con facilidad pasmosa. Ahí tienen a los hombres de confianza de Pedro Sánchez –Cerdán, Ábalos, Koldo y Salazar– dejando el rastro y la estela que otros y otras siguen. La «fontanera» Leire Díez fue detenida ayer por orden de la Audiencia Nacional, junto con el presidente de la SEPI, debido a presuntas irregularidades en la contratación pública. La lata que últimamente estaba dando esta señora era por algún motivo. De naturaleza inquieta, se la veía más hiperactiva que nunca copando titulares e incertidumbre en torno a su personalidad arrolladora. Parece ser que la pusieron ahí para desbaratar investigaciones judiciales pero lo ha hecho de tal manera que se ha notado más de la cuenta. Según ella misma confesó: «Me llaman en el minuto 79 de partido…». Y, claro, en la llamada Zona Cesarini, esa fase final del encuentro, las cosas no siempre salen a pedir de boca, como tantos aficionados al fútbol conocen. La «fontanera» está investigada también por intentar sobornar a dos fiscales con el fin de supuestamente suavizar las diligencias judiciales que afectan a los familiares del Presidente. Tras el penúltimo escándalo sexual, el último en salir por la puerta de atrás ha sido la mano derecha de Salazar. La mano derecha, ojo. ¿Qué pasa con la mano izquierda? ¿Esa no palpa? El asesor de Moncloa no era un simple acompañante institucional, sino lo más parecido a un hombre orquesta: tocaba las teclas, las trompetas y hasta los timbales. Todo a la vez. Y sin una partitura visible. De momento cesa la mano derecha para tranquilizar al respetable, mientras la izquierda sigue escribiendo mensajes, moviendo hilos y ajustando tuercas. Como director de casting, Sánchez no tendría precio si se trata de filmar un bodrio. n. Seguir leyendo

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